Llamamos chiringuito a cualquier sitio que está en la playa y ni siquiera el diccionario lo autoriza, porque para él se trata de un “quiosco o puesto de bebidas, generalmente al aire libre, donde aveces también se sirve comida”
Sin embargo, seguimos llamando chiringuito a todo y eso es sumamente injusto con algunos sitios que son simplemente restaurantes, de playa o que están en la playa. Por eso, no debemos decir que La Milla es el mejor chiringuito de de la península (en las islas está el otro rey, Casa Jondal), sino el mejor restaurante de playa que conozco. Compite con cualquiera, pero le pongo lo de la playa porque ahí sí que no tiene rival.
El sitio es sumamente bonito y con unas vistas tan deslumbrantes, que ya justifican la visita. Pero es que además el chef ha conseguido crear una cocina del mar en la que, respetando escrupulosamente el producto, no se limita a cocerlo, asarlo o brasearlo. Todo tiene un punto especial que encanta los amigos de la cocina y no molesta a los trogloditas del producto intocable e intocado. La bodega es impresionante y a tono con la milla de oro de Marbella y el servicio, dirigido por César Morales, estupendo.
Recomiendo empezar por el “coquillage”, que diría Juanlu en su Lu Cocina y Alma, una estupenda, colección de almejas, conchas finas, bolos y navajas, todo pasado por la brasa y puesto en conserva. Además, perfectas salsas: dulce pilpil de maíz, punzante emulsión de piparras, tradicional salsa verde y una intensa emulsión de jamón.

Los brioches, tiernos y delicados son de atún con sorprendente chocolate blanco y lima, untuoso tartar de gambas con suave mantequilla de limón y de extraordinaria anchoa con crema de queso payoyo, perfecta combinación, como todo el mundo sabe.



Espléndida la ensaladilla, casi crema, vía boquerón al limón, un homenaje a las tabernas malagueñas.
El excepcional atún lo pone como un steak tartar, mismo aliño e igual y elegante, preparación en una mesita auxiliar. El atún es tan jugoso y tan fuerte que se puede permitir perfectamente todos los condimentos de la carne y así está mucho mejor y más intenso.


Lo sirve con unas magníficas patatas fritas a la inglesa, casi tan buenas como las de O’Pazo, y también las pone en un clásico imprescindible de la casa y uno de los platos que más me gustan y que mucha gente le ha copiado: carabineros con huevos, patatas fritas y caviar. Se mezclan ahí mismo y el resultado, con la yema a modo de salsa, es fascinante.


Si se han comido tantas cosas, lo más difícil de La Milla, es decidir si se toma un gran pescado, especialmente los fritos o un arroz, que hay varios y muy buenos. Mi favorito es el ibérico con buen jamón, cortado al momento y magro de cerdo. Seco, jugoso y muy muy sabroso.


Con esto de los postres es cosa de muy pocos virtuosos de la repostería , han optado por lo clásico muy bien hecho, sobresaliendo un flan, denso y de dos leches, y una extraordinaria tarta de chocolate, que transita entre los sólido y lo cremoso.

