Tengo los mejores recuerdo de Le Grand Vefour, el más bello restaurante parisino, tanto por su decoración neoclásica de principios del XIX -plagada de espejos y cristales pintados, divanes de terciopelo rojo y bastantes oros-, como por sus bellas vistas a los jardines del Palais Royal, la más elegante plaza cerrada que vieron los siglos. Lo conocí por necesidad, necesidad de refinamiento a la vuelta de una zambullida en el África profunda de Nuakchot y Atar. Allí las mayores delicias habían sido un cuscús dentro de un enorme cordero asado y los yogures caducados de una marca murciana, desconocida para mi. Y eso… en una cena real. Unos amigos habían reservado en Angeline’s aún no meca turística, pero yo necesitaba de toda la grandeur.

Hoy ha venido a menos pero conserva toda la belleza y un razonable nivel, sobre todo en comparación con unos precios micho más bajos. Ya no es hogar de Colette y Cocteau pero aún se puede uno sentar en los sitios que ocupaban ellos o, aún mejor, en el del mismísimo Victor Hugo como fue mi caso.

El menú del sábado (cambia cada día y cuesta 68€. Nosotros hemos añadido los quesos) comienza con una rica sopa de calabaza con pipas de lo mismo y un estupendo sabor a citronella.

La carrillera es tierna y deliciosa, pero lo mejor es una riquísima jardinera de zanahorias, alubias blancas y panceta, con el acierto de unos pistachos y con una salsa profunda y llena de sabor.

Hemos añadido unos buenos quesos, de esos que engrandecen cualquier comida, antes de un estupendo postre.

Y es que, como tantas veces en Francia, el dulce ha sido lo mejor de la comida: un estupendo pastel de chocolate y coco, con variadas texturas de este y algunos crujientes deliciosos.

Como quien tuvo, retuvo, las vajillas y las cristalerías son preciosas y, a pesar de turístico, aún conserva bastantes clientes con aspecto de habituales. Un sitio que vale la pena conocer. Pura historia de Francia (el más antiguo gran restaurante de París) y del buen gusto.

Debe estar conectado para enviar un comentario.