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Tres très cool en la ciudad plus chic

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Imágenes de Monsieur Bleu

París es un escenario. Es difícil saber si tan bellos envoltorios esconden la podredumbre o la ruina, pero el exterior es siempre tan bello y equilibrado como los sueños felices. Las fachadas de París, coronadas por mansardas picudas y festoneadas por balcones de retorcidas filigranas, son una visión incomparable; al igual que sus parques públicos, poblados por setos de formas imposibles, sus rejas de lanzas doradas, sus fuentes suntuosas y sus estatuas a cualquier cosa. Tanta elegancia finisecular y un mito cultivado por la literatura y el cine, atraen a multitudes de todo el mundo.
Hay lugares tan bellos como París y tan de moda, que rápidamente desaparecen. Como la rosa, como todo lo bello, pronto se marchitan, pero mientras se abren ante nuestros ojos, bien vale la pena disfrutarlos. Después como decía Wordsworth en Esplendor en la hierba, «la belleza subsiste en el recuerdo».
En este mismo momento, el lugar de moda, el restaurante donde ver y ser visto, es Monsieur Bleu, un imponente recinto en el Palais de Tokyo, centro de arte contemporáneo cuajado de propuestas interesantes. La altura de los techos intimida y la mezcla de mármol, maderas y piedra en forma de colosales bajorrelieves forman un escenario único. Si a eso le añadimos la belleza y elegancia de los clientes, la experiencia no puede ser más interesante, al menos para quién quiera sentirse parte de una película o protagonista del próximo número de primavera de Vogue.
L’Avenue se está manteniendo más que una delicada rosa. Quizá tanto como una margarita silvestre, que brota y brota y parece siempre viva. Está situado en la calle de la moda, en el epicentro del lujo parisino, la Avenue Montaigne, muy cerca de la casa madre de Dior y de todas las grandes marcas que a lo largo de los años acudieron a su reclamo. Si pincha en el enlace y se va a imágenes verá que son muy escasas las fotos del restaurante. Lo que abunda son las de celebrities entrando y saliendo del local entre efluvios de perfume, restos de steak tartare y burbujas de champán, casi todas con un Birkin. Así que si quiere sentirse famoso por un día este es el mejor lugar. Para saber como arreglarse nada como ver las fotos sugeridas…
De la misma cadena que el anterior, la del celebérrimo y «megacool» Hotel Costes, es La Societé, situada como Monsieur Bleu, en otro histórico lugar. Comparte con él, el aroma racionalista y los materiales más nobles, en un alarde de riqueza discreta y lujo austero que sorprenden y encantan. Además, está en pleno barrio de las letras parisino, en la plaza de Saint Germain de Pres, en la que parece que Sartre y su banda de existencialistas pudieran aparecerse en cualquier instante. En cualquiera excepto los domingos, porque quizá morirían para siempre al ver el lugar tomado por las hordas de guapos chic, que las noches de los días laborables pueblan Monsieur Bleu y en las mañanas de los sábados, tras las compras o el paseo (no todos los que pueden comer, pueden comprar. Y viceversa) se enseñorean de L’Avenue.
Se verá que hasta ahora no he mencionado la comida de ninguno de los tres. Pues bien, es verdad. Es lo menos extraordinario de tan bellos lugares pero ¿siempre tiene exquisitos aromas la rosa? ¿O basta con su color y el más suave de los tactos? Aún así, todo es correcto, las pastas, las ensaladas que pueden ser de alcachofas con trufas o de espárragos en temporada, el famoso steak tartare servido con una deliciosas y sencillas patatas fritas o los pescados del día y las carnes a la parrilla. Ah, y en los dos de Costes una famosa tarta de queso en la que la galleta recubre todo y el queso semilíquido se esconde en los interiores.
En resumen, corrección y Gran Belleza, sí como en la película., esa que no hay que perderse y que agita las conciencias dormidas.
Y para terminar con este post de la frivolidad mundana, dos sugerencias, una culta y otra ultrachic: el aperitivo, mejor en el bar del Hotel Mandarin, este en la otra calle del lujo, la Saint Honoré.
La culta el poema de la nostalgia y la esperanza:

Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello,
que en mi juventud me deslumbraba;
aunque ya nada pueda devolver
la hora del esplendor en la hierba
de la gloria en las flores,
no hay que afligirse.
Porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo.

(William Wordsworth)

L’Avenue

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Hotel Mandarín París

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