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Lakasa

No es una novedad que Lakasa es uno de mis restaurantes preferidos, para mí el mejor en su género de casa de comidas refinada, llena de platos exquisitos, que siempre tienen algún toque tan sencillo como inesperado, que lo eleva a lo que está fuera de lo corriente, incluso en sitios en los que se comen muy bien.

Soy cliente desde hace muchos años y hasta empecé con él una serie bloguera llamada “más bistrós y menos tascas”, cuando Instagram aún estaba en pañales. En todos estos años, no solo se ha mantenido con una espléndida frescura, sino que ha sido capaz de mejorar. Y es que César Martín es un cocinero esforzado, elegante y muy bien preparado. Y donde él no llega, lo hace el encanto franco español de su mujer, que llena el restaurante de detalles refinados, más de allí que de aquí, como la estupenda tabla de quesos que cambia cada mes y de los que se proveen en Antony, uno de los mejores afinadores de Francia.

Hay que empezar por esos dorados, crujientes y delicados buñuelos de Idiazabal, que se cubren de puntillas.

Como lo que importan son los detalles, unas simples y espléndidas piparras fritas, endulzan su toque picante con miel y un poquito de pimentón.

El pulpo está lleno de sabores frescos, desde un potente cilantro al más delicado aguacate, pasando por el tomate y la lima.

La menestra de verduras de Madrid es una de las mejores que se pueden comer y es de tan buena calidad que hasta informan de su procedencia, Sapiens. Con la cocción que corresponde a cada una, se anima con un poco de mantequilla ahumada.

Convertir una corvina en corvinita pibil es una gran idea y la estupenda salsa mexicana es perfecta para el pescado. También tiene el dulzor de los frijoles refritos y una deliciosa berenjena.

Felizmente han recuperado los viernes y sábados el antiguo y esplendoroso solomillo Wellington, que ahora, cosa del las temperaturas, no sirven en carrito, sino ya en el plato. Aún así es el único que se puede tomar en Madrid, junto al del Ritz, que no es una pequeña, sino una estupenda pieza grande, con un punto perfecto y un hojaldre delicioso.

Ya lo he dicho antes, no se pierdan los quesos, pero tampoco la estupenda tarta al whisky, que no es helada, como aquellas antiguas e industriales, sino tierna, delicada, llena de sabor y con un cierto perfume a whisky que realza la perfecta costra de caramelo .

Buen servicio, amabilidad a raudales, buenos vinos, medias raciones y precios contenidos. ¿Qué más se puede pedir?

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