Un recóndito jardín a salvo del mundo, buena comida, manteles de picnic y vajillas de flores. Eso es todo lo que que debe contener una merienda elegante o también un brunch. Uno de verdad y no esos grandes banquetes, en plan buffet, que se hacen pasar por aquellos.
El mejor de Madrid, también lo tiene Ramón Freixa. Y cumple con la ortodoxia en los contenidos y en los horarios también. En la mesa, zumos variados -incluidos un delicioso detox de zanahoria y manzana-, los deliciosos bollos de Ramón, yogures con cereales y frutos rojos y unas crujientes tostadas, listas para la mantequilla y las variadas mermeladas o el más saludable pan tumaca.
Después llegan los platos fuertes acompañados de bulliciosos bellinis: un gran biquini trufado de ibérico, una crujiente coca de berenjena y manchego, la original y sabrosa tortilla destructurada que sirve en tarros de yogur antiguo, los diminutos y delicados benedictine de codorniz y la sabrosísima hamburguesa de cerdo y ternera, con sorpresa…
Para acabar este brunchquete, chocolates y los macarrons excelentes y coloridos pero nada tan notable como la deliciosa tarta de limón y es que, para quien no lo sepa, Freixa también domina la repostería.
Una experiencia única, en la que sólo faltan Titania y Oberón. Porque Puck y Melusina sí estaban.