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Sud 777

Hacer lo más moderno desde la antigüedad más remota, es un evidente oxímorón. Salvo en el arte, que siempre se ha nutrido -especialmente el moderno y el contemporáneo- de otras culturas y de movimientos pretéritos. 

Ahora pasa lo mismo en la cocina y hay que saber mucho de mexicana para saber que Edgar Núñez, en su Sud 777, no hace algo modernísimo, con su mística de los vegetales, sino que se remonta a lo más tradicional del México precolombino. La mexicana es una cocina muy vegetal, también ahora, pero lo más popular e internacional va por otros derroteros. 

Él, sabiamente, vuelve a los orígenes con una cocina que es la que se está imponiendo en la actualidad y que será, según muchos, la del futuro. 

Me ha encantado y aunque empieza con una clementina mezclada con huevas de trucha,una estupenda tarta de arroz con calabaza y crema de especias y el líquido buñuelo de nata ácida con guanciale, no hay que engañarse, porque casi todo es vegetal. 

Por ejemplo, las delicadas remolachas baby con crema de aguacate, limón, chile güero y aceite de cebollino o la carnosa endivia a la brasa con emulsiones de punzante ajo negro y ácido labne (yogur colado, tan típico del Mediterráneo oriental como de México). 

De la misma estirpe, son los tallarines de arroz con salsa “encacahuatada” fermentada en kimchi y espuma de coco y granada, una mezcla de dulces y acipicantes sorprendente. 

La tartaleta de chalotas al vino tinto con un toque de caramelo, se acompaña de una tierna burrata con aceite. 

También hay delicias que engañan, porque el tomate (ahumado) tonnato, esconde en la salsa una rica crema de atún cocido y alcaparras. 

El arroz con salicornia es lo que menos me ha gustado. Algo duro y con poco más que la banal alga de moda. 

Menos mal que después llega el bacalao a la vizcaína, muy popular en México y muy distinto del original, porque la salsa es de chile güero, alcaparras y tomate. Está muy rica y aún mejor con el polvo de perejil y la ceniza de cebolla que lleva encima. 

También delicioso el bonito con pipian verde -una histórica salsa de la estirpe de los moles-, chayote (entre el calabacín y el pepino), frescas acelgas y unas graciosas palomitas

La única carne (opcional y sin coste) es un rico pato laminado con un magistral mole, cubierto de unas estupendas bolitas, huecas y súper crujientes, que resultan ser chicatanas (culonas). 

No hay grasas ni natas o harinas en los platos, así que tampoco hay azúcares añadidos en los postres: el puré de guayaba con tejocote y canela recuerda mucho a los ponches mexicanos, porque es esta fruta, parecida a la manzana, su ingrediente estrella. 

Es rico y muy original el cuscús de cítricos con gajos y sorbete de mandarina. La sémola da densidad al plato que está lleno de sabor y aroma.

Se acaba con una crujiente y sabrosa tartaleta de pera en texturas con toques de cacao. Solo desmerece mucho visualmente, porque es una pena que se dividan y sirvan solo la mitad. Bastaba con hacer raciones individuales más pequeñas.

Hay algunos altibajos, ciertos parones del buen servicio y un precio (unos 135€) que muchos critican, pero Edgar es un adelantado y arriesga con gran sabiduría; sin grandes técnicas, pero con enorme talento y mucha sensibilidad. Mezcla además su formación europea con su vocación mexicana, como también la antigüedad olvidada con el verde futuro. Un gran sitio. 

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La Mamounia

Como maravillosamente en Marruecos, porque me encanta su cocina, llena de contrastes entre las hierbas y las especias, lo dulce y lo salado, la carne y el pescado, con los vegetales, los frutos secos, con la miel y los ácidos de limones o qumquats confitados. Cuenta con una enorme variedad de productos y una gran riqueza imaginativa.

Pero comiendo siempre bien, mi mejor comida ha sido la cena -los restaurantes marroquíes, que son de comida tan contundente, se empeñan en abrir solo por la noche- en Le Marocaine, el restaurante más autóctono del maravilloso Hotel La Mamounia

En un refinado ambiente de palacio marroquí, se come en torno a un patio con una fuente en salones diminutos donde no caben más de cuatro o seis personas. Es una comida para compartir y gozar en compañía y así lo hemos hecho.

Se empiezan con los ricos panes que tienen hasta toques de anís

y, por supuesto, con la harira, la compleja, sopa nacional, que une cereales, legumbres, hortalizas, carne, especias, hierbas aromáticas y un sinfín de ingredientes. Para más originalidad, se acompaña con dátiles y pestiños.

Las ensaladas no se quedan atrás y eran de dulce tomate confitado, tiernos sesos con tomate, zanahorias aromatizadas con comino, calabacines con aceite, sabrosos, pimientos asados, unas fuertes aceitunas en salmuera y bakula que está hecha con verdolaga y perejil.

Se sirven con briouats, los ricos y crujientes, pastelitos de cordero, pollo, pescado y siempre verduras. No estaba en el gran menú, pero nos han hecho probar -qué maravilla- un refinado foie fresco del Atlas con dátiles y almendras, envuelto en refrescante col.

El tajine es como la paella, el nombre del recipiente en el que se hacen variadas recetas y ha habido muchos y muy buenos: de langosta de Agadir con garbanzos, espárragos y zanahorias, de rape con lentejas (me encanta el uso y abuso que de ellas hacen en esta cocina), hinojo, limoncitos confitados y una estupenda emulsión de azafrán.

Mi preferido, por su fuerte contraste de sabores, es siempre el de pollo de corral con aceitunas y limones con confitados, una mezcla que sabe a Mediterráneo y a todas las cocinas que lo bordean.

Excelente el de pierna de cordero confitada con miel y jengibre y servido con vermicelli, algo tan original como típico de la cocina marroquí. Para acompañar un poco de couscous de verduras, que sirve para impregnar lo de las estupendas salsas.

Me han encantado los postres reinterpretados, más que los tradicionales, que siempre me resultan muy empalagosos: un bombón con forma de cuerno de gacela, que esconde un estupendo praliné de almendras con agua de azahar y naranja (y helado de ambas cosas.

Y de remate, un delicioso crujiente de almendras con una crema helada de lo mismo

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