Sin ánimo de ofender, podría decir que el restaurante Filandón es el merendero de la España rica. A un paso de Madrid, pero ya en pleno campo y con un bellísimo entorno, durante el verano destaca por sus mesas bajo los árboles, los gritos de los niños, la algarabía de familias merecedoras del Premio Nacional de Natalidad y un ambiente informal y bullicioso. Es un enorme éxito, sin duda porque la oferta es sorprendentemente buena para sitio tan enorme, en el que los fines de semana dan varios miles de comidas. Para mi, que está al borde del caos, pero aún todo funciona razonablemente bien.
Hay muchos platos heredados de su hermano mayor O’Pazo y esos nunca fallan, como el sencillo y sabroso salpicón de mariscos de altísima calidad. Apenas un poco marisco de alta calidad, cebolla y aceite de oliva. Nada más hace falta.

Las croquetas de jamón tienen un gran sabor y una bechamel muy cremosa escondida en una crujiente costra de pan rallado o sea, todo lo que deben tener.

Hoy, entre las sugerencias, había piparras fritas y quién se puede resistir a su delicadeza vegetal realzada por el buen aceite del frito y toda una nevada de sal. Estaban espléndidas.

El ceviche es fresco y correcto. Además, le hace falta poco porque el pescado es de primera. Lo mismo que unos buenos chipirones en su tinta, de salsa densa y brillante, que cumplen todas las normas clásicas.

Y puestos con las sugerencias, he pedido el bonito encebollado que está muy en su punto lo que lo mantiene jugoso y tierno, cosas muy valorables porque suele estar reseco o medio crudo.

Y entre los postres, no antes pero da igual porque se pueden pedir así, una tableta con cuatro buenos quesos, membrillo y nueces enteras que dan bastante trabajo aunque valga la pena.

Postres clásicos, corrientes y a gusto de la mayoría como unas filloas tan grandes como mejorables

y una estupenda tarta de queso templada al estilo de la de Zuberoa que, además de estar muy rica y saber a queso (parece un disparate pero a veces saben solo a nata azucarada), se aleja mucho de las todas iguales que sirven en tantos lugares.

Añado una foto del menú de niños porque ya les digo que este es su paraíso. Para algunos el tercer círculo del infierno de Dante pero no es para tanto. Al menos, no hay camas elásticas, castillos hinchables, ni gusanos gigantes. Ni siquiera adultos disfrazados de súper héroes. Les gustará.

