Voy a hablar sobre David Muñoz, así que prepárense para leer lugares comunes, porque todo parece estar ya dicho sobre uno de los mejores chefs del mundo. ¿Por qué? Porque su cocina es única y ha creado una nueva forma de comer. Cuando muchos me temo que por falta de ideas-, proclaman el producto y los pocos ingredientes, él es barroquismo puro y practica unas mezclas de técnicas y sabores que están siempre al borde del precipicio. Uno más y todo se vendría abajo.
Pero él consigue hacerlo y despertar nuestro paladar, avivar nuestro corazón y llenarnos de recuerdos, porque sus platos no se olvidan. No sé quién dijo que se torea como se es. Pues aún más, se cocina como se es, y él es un buen chico hecho a sí mismo a base de impulsos iconoclasta y ganas de comerse el mundo. Exuberante, desmedido, divertido, provocador, técnico, gran conocedor de muchas cocinas y absolutamente irresistible. Y así cocina.
Ravioxo me encanta porque, teniendo lo mejor de DiverXo, es más fácil: por reservas, precios y flexibilidad (hay carta). Se articula en torno a las pastas (básicamente de Oriente, su origen) pero hay desde cócteles únicos (el negroni andaluz justifica la visita) hasta sencillo edamame complicado con jengibre frito y salsa de aji amarillo,

pasando por unos deliciosos tagliatelle (al wok en llamas) con guindilla y chili garlic casero acompañando a un impresionante carabinero.

También me encantan sus huevos fritos con morcilla, que son un dumpling de morcilla relleno de huevo de codorniz y puntillas y un bocado de oreja (crocante por fuera y melosa por dentro) con salsa agridulce.

Suave y esponjoso es el mollete al vapor de pintada con curry rojo, una sinfonía de sabores en la boca y un contraste magnífico entre lo esponjoso de la masa y la fuerza del guiso.

Y glorioso el langostino con mayonesa caliente, opulencia pura de tierno dumpling de langostinos, potente suquet de carabineros, dulce quisquilla atemperada, aceite de chile y una portentosa tortilla de camarones que es encaje puro.

La pizza Margarita pekinesa se hace al vapor, frita y a la brasa. Lleva panceta lacada, salsa de tomate Hoisin y queso provolone rústico. Es impresionante por sí sola, pero con trufa es ya una locura.



La gyoza italiana sube aún más el nivel. Está rellena de pularda (con chipotle y foie) y cubierta por un crujiente chicharrón de pata suflada sin una gota de grasa. Para mojar un sabrosísimo curry andaluz de tomates y hierbabuena.

Divide el centollo Willy Fog, en dos de los guisos que más ama: potente txangurro (escondido en un dumpling) con bearnesa tatemada al txacolí y chilli crab también al txacolí con pimentón de la Vera. Las ideas son brillantes, pero aún más lo son los sabores.

Deja para el final, algo que parece más normal, el rape glaseado en un wok en llamas, pero lo que tiene de sencillez le sobra de técnica. Vi esta manera de hacerlo bien por fuera y jugoso por dentro en el segundo DiverXo y siempre me ha fascinado. Lo pone sobre unos estupendos noodles crujientes con cantonesa de perdiz.

Estábamos soñando con su versión del algodón de azúcar, pero lo ha sustituido por el kakigori de mango especiado con tropezones de palomitas caramelizadas y coronado de merengue tatemado y con una delicada gelatina de sudachi y pimienta.

También espléndidos los churros mexicanos con una salsa que junta chocolate con caramelo brulée, negro tostado al wok, jengibre y cacahuete. Sola también sería un gran postre.

Ya lo han visto, una cocina única y barroca, llena de sabores, colores y sensaciones y de una creatividad única. Añádanle a eso, que hace (solo para sus restaurantes de Madrid) tres cartas enormes que cambian sin parar. Ser genial y creativo es mucho. Añadirle cantidad y exceso lo hace único.
Pero es que además, el personal es como él, muy profesional y sumamente amable. Y como todo está tan cuidado, la carta de vinos es magnífica y la sumiller aún mejor. Uno de esos sitios redondos.
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