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Las Brasas (Hotel Villamagna)

Un gran hotel sin una estupenda cocina es como una princesa descalza. O el palacio de Sissi ocupado por las Berrocal. O las Kardasian. Solo un poco mejor que una belleza bizca pero igual de desconcertante.

Ha mejorado mucho, pero nunca se me van de la cabeza estas cosas cuando como en el Villamagna. Ambición y afán de excelencia sustituidos por simples ganas de agradar, envueltas en un espléndido servicio y una enorme cocina llena de grandes chefs a los que no les dejan cocinar.

Mauro García Lamas, anterior chef de Amos, está dejando su elegante impronta en platos bonitos y mejorados, pero que no emocionan. Salvo que lo haga lo más banal. Llamarlo Las Brasas es casi una declaración de principios.

Las vajillas son corrientes y, a pesar de precios y lujos, no hay ni salvamanteles. Por no perseguir ni siquiera el lujo discreto, han caído en lo popular indiscreto.

El tomate relleno de straciatella y anchoas (debían ser poquísimas) es muy fresco y vistoso. Pero pensado para las ausentes anchoas, sin ellas es más que insípido.

El ceviche de lubina y corvina es estupendo y con un buen punto picante, como el delicioso steak tartare servido con unas delicadas tostadas de brioche.

La hamburguesa es de las buenas y las patatas fritas muy muy ricas. Pero las patatas fritas no son poesía.

No sé si no hay postres y usan los pasteles de su cafetería Flor y Nata o es al revés, pero al menos, la tartita de queso con frutos rojos está muy rica y sabe a queso y a excelente galleta. Eso si hay que ir a elegir a la vitrina de la cafetería.

Todo muy rico, nada especial. Pero quizá es lo que buscan. Eso sí, podrían poner algo entre ej plato y la mesa. Al fío y al cabo, el perfecto hotel es muy lujoso y esto ha costado (más una copa de vino, pan, café y agua) casi 200€.

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El Chalet del Villamagna

Habrá sido culpa de la nieve, que caía mansa, por primera y única vez en este invierno madrileño. O quizá, el intenso frío. Pero todo se aliaba para que la comida en el chalet alpino del Hotel Villamagna resultara perfecta. A tanto no ha llegado pero ha estado muy bien, sobre todo la fantasía infantil de teletransportarse a una escondida estación de esquí de los Alpes.

Y eso es porque han tenido la buena idea de reproducir, en los jardines del hotel, una elegante cabaña de madera, con tiestos de ciclamen en las ventanas -¿se dará el ciclamen en la alta montaña?- y repleta de esquíes antiguos, raquetas, cuernas y hasta una enorme trompa. Los manteles de cuadros, las sillas de borreguito y el resto pura elegancia villamagnesca. La comida es la que se espera y pronto se la contaré, porque hemos pedido el menú de 55€ que permite probar bastantes cosas.

Eso sí, para hacerlo hemos tenido que esperar más de media hora, porque los camareros andaban entre despistados y desbordados (el hotel está siempre lleno de gente comiendo, bebiendo y divirtiéndose) y no nos han puesto ni un aperitivo para entretenernos. O el pan, que ha llegado después de servido el primer plato. Por cierto es de amapola, con forma de esponjosa y oscura hogaza y está delicioso.

Hemos tomado la sopa de cebolla que es más ligera de lo habitual, pero mantiene el intenso sabor y además, se enriquece con un poco de trufa rallada. La ensalada de canónigos es todo lo contrario: fresca y saludable en su mezcla de hierbas, granada, nueces y queso. Bien aliñada, está francamente rica.

Para compensar este ataque quasivegano, los segundos han sido contundentes: una estupenda, cremosa y envolvente fondue de quesos Gruyere y Vacherin

y un crujiente y dorado wiener schnitzler, ya saben, ese buen filete de ternera empanado que adoran los austriacos. De guarnición, ensalada de patatas y una salsa de grosellas que no me he puesto.

Los postres siguen la línea del menú montañés y sobresale un apple strudel -que es más bien una tarta de manzana clásica- abundante de pasas y canela con un buenísimo helado de vainilla. Además, un manido coulant de chocolate (no se pueden poner cosas que ya están hasta en el súper, salvo excepcionalidad absoluta) que he pasado de probar,

prefiriendo uno de los estupendos dulces de chocolate negro que se pueden seleccionar de la opulenta vitrina de otro de sus restaurantes y que es la más completa y apetecible de Madrid, porque es más bien una pastelería completa.

Aviso que solo abrirá un mes más y solo de miércoles a sábado, así que deberán darse prisa si quieren ir y… deberían…

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