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Es Fumeral

Ya he dicho varias veces que, a mí, esto del lujo, silencioso, me parece una soberana tontería. El lujo, como el talento, son indisimulables y brillan con luz propia, por mucho que se intenten esconder, lo inundan todo como agua desbocada.

En realidad se habla de un lujo que es obvio solo para unos pocos -frente al otro, que es inocultable-, pero siempre ha de ser entendido por nuestro grupo, porque si no, no sería lujo. Y como nuestro grupo es considerado, por nosotros mismos, más inteligente y refinado, su mirada sabia lo convierte en el lujo real. Una forma exagerada de elitismo, al fin. 

La cocina de Alberto Pacheco, en Es Fumeral, tiene un indudable brillo pero es tan sencilla y elegante que no perturbará a los que no quieren pensar en el plato y encantará a los amantes de la gastronomía. Nada es demasiado obvio, pero cada plato tiene un aliño delicado y especial, una salsa de mucho fundamento, un ingrediente que lo cambia todo o simplemente, un aroma que no se olvida. Los primeros podrán decir que la salsa de tomate picante de los mejillones está impresionante y los segundos que es uno de los mejores y más complejos chili crabs que han probado nunca.

Ya desde las gildas, homenaje a Rafa Zafra, maestro, y mentor del chef, son un espectáculo de color, ingredientes, deliciosos y equilibrio de sabores . El toque, entre otros, de la ventresca de atún lo cambia todo.

Lo mismo que ponerle un poco de putanesca a una serviola que siempre pide refuerzos de sabor, porque si no está bastante sosa.

La raya escaldada en agua de mar, se anima también con los suaves sabores de un salpicón de aceituna gordal, cebolleta y huevo duro, con un punto perfecto, como todo lo anterior, de estupendo aceite.

A la gran ensaladilla nada le hace falta pero con unas piparras y unas soberbias ventrescas -conserva y cruda-, es como colorear una vidriera. Lo mismo pasa con el atún tonato, en finas láminas y con puntos (los justos) de esta gran salsa y alcaparras fritas. 

También alcaparras fritas y cebolletas en un rico steak tartare que aprovecha la grasa de la carne y que se acompaña finísimas tostadas y unas patatas fritas apoteósicas. Son tan detallistas que, dependiendo del plato,, el grosor de las patatas, es diferente, en este caso casi paja. El sabor es muy bueno, pero la carne me ha parecido demasiado cortada y batida, por lo que asemeja una crema, que a otros les encantará. Yo prefiero, sentir la carne. 

Cuando llega cualquier plato ibicenco, ya me tienen ganado y la ensalada payesa  con peixe sec es una delicia, porque el pescado seco se fusiona maravillosamente con lo jugoso del resto y le aporta un sabor intensísimo. 

Alberto, borda los fritos, y es normal porque cuando no está en Es Fumeral es el cocinero de Estimar en Madrid , y ahí son apoteósicos. Aquí son tiernos aros de calamar, merluza marinada y frita y unos soberbios buñuelos de bogavante, que quitan el sentido, La merluza con mahonesa de limón y los buñuelos, de eneldo. Ya se lo decía yo, cada cosa tiene un pequeño toque que lo cambia todo.

Las almejas y los mejillones , de gran calidad, son también un corso de cocina salsera porque las primeras tienen una brillante Café de París (que por sus interminables ingredientes es herbal, cremosa, dulce, picante, aromática…))y los segundos un potente chili crab (tomate, salsa de ostra, sake, jengibre, chile fermentado,…) picantito y alegre. 

Las gambas al ajillo son muy clásicas pero añaden fino y la esencia de sus cabezas. Hay también una extraordinaria tortilla abierta que tiene un punto perfecto. Es de tres atunes (escabechado, corazón rallado y ventresca) animado con piparras y papada ibérica que le da el toque graso y magistral. 

Preceden a un original solomillo a la pimienta, que no es de carne sino de atún y esa misma idea hace aún mejor un memorable katsu sando con una soberbia salsa barbacoa.

Llegar al pescado es imposible pero cómo resistirse a un espléndido San Pedro, a la brasa y en un pil pil de colágeno de sus espinas y un poco de vino blanco. Una delicia. 

Hemos ido capaz de tomarnos dos postres: una espectacular y cremosa, tarta de queso, que es mezcla de la más habitual con el exquisito  flaó balear y la versión más bonita y apetitosa que he visto nunca de arroz con leche. Es tan cremoso y denso, que casi parece una tarta y por eso se puede llenar de deliciosas, frutas que lo aligeran, lo mejoran y lo llenan de color.

Nada se dejó al azar, Alberto Pacheco se trajo nada más y nada menos que desde  Alchemist un grandísimo sumiller y puso de segundo de abordo a otro gran cocinero, Mark Vadell que era quien estaba hoy y que nos ha dejado asombrados. El resto, es una playa magnífica, el imposible turquesa del mar de Ibiza, que se mezcla con el cielo, y un conjunto gastronómico que nos hace tocarlo.

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Belcanto

Conozco la cocina de José Avillez desde hace más de 20 años y muchos han sido los avatares del aprendizaje y los comienzos hasta que abrió su magnífico Belcanto, hace casi catorce años. 

Desde entonces ha construido un imperio dentro y fuera de Portugal, con locales siempre buenos, pero manteniendo a este como joya de la corona y haciendo que, año a año, sus platos se depuren y sean cada vez mejores. 

Por eso, es uno de los más firmes candidatos a ser el primer tres estrellas portugués y está en las listas más importantes. También José es una celebridad en el país, escribe libros, hace televisión y tiene tiempo para todo. 

Como solo voy una vez por año puedo saborear los nuevos platos y disfrutar con las mejoras en los clásicos. 

En esta ocasión nos ha preparado una magnífica mezcla de ambos. Los aperitivos son cuatro pequeñas filigranas que parecen pequeñas joyas en forma de cilindros (barquillo de zanahorias con ajoblanco y negro crujiente de algas relleno de crustáceos y caviar), esfera (bombón de perdiz escabechada con foie) y cono truncado (tartar de atún y espuma de rábano). 

Los sabores del mar es un gran plato de ostras (cortadas, gran acierto) y algas que se refrescan y aligeran con pipas y un delicado polvo helado de pepino y manzana verde. Una suerte de ensalada llena de sabores fuertes y suaves en buena armonía. Mi perfecto plato de ostras

Felizmente, llega pronto el estupendo pan (hogaza rústica, maíz y tierno brioche de aceitunas) con mantequillas ahumada y de tinta. Me ha faltado la espléndida de alheira, pero todo cambia… 

Como es un maestro de las verduras, un simple plato de remolacha en texturas resulta espléndido. Claro que la anima con semillas de mostaza y boniato frito, además de deliciosos piñones en granizado y en leche. “Sencillo” y delicioso pero tan precioso como una túnica de semana santa con su capa de seda púrpura. 

Me ha encantado la audacia de mezclar un pescado (serviola) con un denso caldo de cocido, con tanto fundamento que es de esos que pegan tanto los labios como la ira. Para ser aún más cocido portugués, repollo encurtido y en puré. Todo junto una mezcla tan deliciosa que apena poco que se diluya el sabor del pescado, apenas un rastro. 

El huevo de oro (a horta da galinha dos ovos de ouro) es quizá el plato más famoso de Avillez. Se parece en lo estético al de Disfrutar pero nada que ver. Este es a baja temperatura y recubierto de oro y la base una huerta en la que resaltan el jugo de trufa, las setas y el queso. Más bosque que huerta. 

Siempre hay carabineros en esta cocina y la fuerza de la crema del marisco se acentúa con puré de pimientos asados y originales crujientes de tempura y carbón comestible. Vistosidad y mucho sabor. 

Exquisito y elegante un gran rodaballo con berberechos y una gran salsa hecha con el colágeno del pescado y caviar

Otro de los clásicos avillezinos es el cochinillo de piel muy crujiente e interior, muy tierno y jugoso. Aún recuerdo cuando, brillantemente, lo mezclaba con naranja. Ahora es completamente distinto, porque ha cambiado aquel frescor y acidez, por la contundencia y la exuberancia del mole mexicano, que es una salsa rica y compleja que queda bien con todo. Acertadamente lo refresca con una emulsión deliciosamente verde de berros

El cerdito es el mejor prepostre que he comido, porque normalmente son puros postres. Este transita entre lo dulce y lo salado porque el helado de jamón se completa con el mismo al natural y otros sabores del cerdo. O un postre semisalado o una final semidulce, lo que lo pone entre los dos mundos. 

También ha hecho muchas versiones de las fresas con nata, pero esta es la más brillante: es una mezcla estupenda de la fruta y su jarabe, esponjoso merengue y leche de almendras. Lleva hasta caviar, que siempre viste, pero casi no necesita, aunque es verdad que con sus salados, realza lo dulce. 

Siempre estamos a vueltas con la tercera estrella para este restaurante. Para mí solo se la disputa con Rui Paula, especialmente porque son los más grandes entre los portugueses, que después, es verdad, hay otros grandes cocineros de otros países afincados en Portugal que optan a ella. 

Avillez sin duda no merece, porque a todo lo dicho se suma un servicio elegante y absolutamente exquisito, un bello local en la zona más literaria y refinada culturalmente de Lisboa y una impresionante carta de vinos, en la que se nota un profundo trabajo de descubrimiento de las mayores joyas portuguesas. Sin duda, el mejor restaurante de Lisboa.

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Saddle

Estábamos celebrando los más de 10 millones de reproducciones de los tres reels más exitosos de mi última visita a Saddle. Mas de diez millones de reproducciones entre los tres (por ahora). Y he dejado que ellos eligieran el menú y los vinos. Y ha sido el mejor almuerzo que hecho nunca en este restaurante que tanto me gusta. 

La evolución del chef y de todo el restaurante está siendo cada vez más magnífica y la presentación, el sabor, la salsas, la mezcla de tradición con alguna modernidad, la influencia de las altas cocinas española y francesa y un servicio realmente magnífico, lo han colocado como el mejor de los restaurantes de su categoría, establecimientos de siempre en los que se puede comer a la carta y tener una experiencia mucho más flexible que en los de menú degustación. 

Hemos empezado, como debe ser, porque aquí los cócteles están muy cuidados, por un Cristalino, que es una especie de gimlet, creación de la casa, y mucho menos alcohólico de lo habitual, gracias a siropes, predestilados, eucalipto y hasta unas gotas de aceite de lo mismo. Se prepara de modo muy espectacular y se sirve en unas exquisitas copas japonesas.

Hemos tenido la suerte de probar el nuevo aperitivo que aún no ha -o había- tomado nadie: fresca sopa de guisantes con un aspic de almendra blanca y gelatina de albaricoque. Es una creativa sopa de verano que yo incluiría de inmediato en la carta.

No me gustan las ostras salvo que pasen por mano de Pablo. Las escalda brevemente y las corta en dos. Eso ya las hace completamente distintas pero si además, se mezclan con un impresionante caviar Caspian Pearl Oscietre y una aromática beurre blanc, hecha con un potente Riesling y toques de limón, el resultado es perfecto y de una gran elegancia.

La gamba de Garrucha, curada en sal, y con ajoblanco es una entrada muy fresca y que, sin más, ya sería muy buena, pero como le añaden una bilbaína de vainas, que sabe fresco verdor, el plato, aparentemente sencillo y fácil de comer, se hace mucho más complejo y delicado.

La rossette es un embutido de cerdo seco, originario de Lyon, hecho con carne y grasa de cerdo, especias y ajo, y curado en tripa de cerdo. Aquí la cocinan durante varias horas con codornices engrasadas, la marinan con varios vinos y la envuelven en acelga, lo que le da un toque más ligero. En el interior, ciruelas y pistachos y como salsa, un excelente parfait de piñones. Reconozco que soy muy fan de la charcutería francesa y, cuando voy a Lyon, me muero por todas estas cosas. Pero ya no hace falta, esta está mejor que la mayoría de las que he probado allí.

Tienen el acierto de marinar el atún para no exagerar su agreste sabor. Después, mezclado con suaves anacardos y hoja de higuera, en un muy rico gazpachuelo, el plato queda fresco y perfecto para verano. Que no sé si estarán dándose cuenta y si no, se lo digo yo, que todos estos platos están pensados a la perfección para esta época del año y para el tremendamente caluroso Madrid

El plato es una preciosidad de colores y formas, como también lo es la vieira, levemente hecha a la parrilla,con tiernas habitas y un estupendo y semidulce tofe de estragón.

El esplendoroso bogavante gallego se sirve en dos platos diferentes: la cola a la brasa en un fresquísimo salpicón con toques de gazpacho y tropezones de verduras crudas y las pinzas, en una pasta tan memorable como es el capelletti de punto perfecto y una potente y sabrosísima emulsión de los corales y la cabeza. La primera parte es frescor y delicadeza pura y la segunda, intensidad de muy buen guiso. 

Solo por ver como se ultima, ante el cliente, el lenguado a la Meunière, ya es una buenísima razón para pedirlo. Pero es que además el pescado es de un gran tamaño y de una calidad excepcional. La salsa es realmente rica y más sabrosa de lo habitual, porque se hace con la mantequilla tostada.

El pato Canetón es otro sublime espectáculo de servicio de sala de alta escuela, porque se trincha, se prepara y acaba frente al cliente con una maestría más que notable. A mí las aves me gustan un poco menos crudas, pero esta es la moda que se ha impuesto. Felizmente, la salsa de tomillo y naranja, que mejora, por más aromática, la tradicional, hace olvidar tan pequeños pormenores. Se sirve también con un elegante Tatín de cerezas y fresas, diminutas y deliciosas, mara de bois. Podría ser también un excelente y bello postre. 

En Madrid ya es mítico el carro de quesos de Saddle, que se adecúa mucho más al estilo tradicional de restaurante de alto copete, que las tres gigantescas mesas de Desde 1911, su único rival, en este sentido. Todos son excelentes y casi se pueden elegir al azar, pero es mejor dejarse asesorar, al mismo tiempo que se oyen sabias explicaciones. Es un placer para el gusto, pero también para la inteligencia. 

El mayor problema que le encuentro a Saddle es decidir si uno toma el perfecto suflé al Grand Marnier con helado de naranja o su impresionante babá al ron, ambos los mejores que se pueden tomar.

Como hoy no elegíamos, nos lo han puesto muy fácil y ha sido un final absolutamente espectacular, que solo podía mejorar con un nuevo y refrescante cóctel, también creación de la casa, un homenaje al gin Jockey (el mítico restaurante que estaba en este mismo local) y y qué es tan elegante, que hasta tiene la figura de un caballo con su jockey en el interior del hielo. 

Ha sido difícil llegar a este punto porque los vinos han sido absolutamente extraordinarios. Como podrán imaginar por lo que han leído, no ha habido un solo error y todo ha sido perfecto en esta gran apuesta, ya ganada, por la excelencia.

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Fifty Seconds

Felizmente nunca fui al Fifty Seconds de Martin Berasategui, así que no tengo que compararlo con el nuevo de Rui Silvestre, que me ha encantado. 

Lo conocí en una cena de mi querido y admirado Rui Paula, el día antes de la gala Michelin Portugal y a él debo (también) este descubrimiento.

Había probado alguno de sus platos, pero adentrarse en los placeres de su menú más largo (14) es todo un viaje. De Portugal al mundo entero. Porque Rui es muy atlántico y portugués, pero Portugal sería minúsculo -como España– si renunciara a todo ese universo que descubrió y que no solo era de exotismo, comercio, arte y cultura. También fue el de tantos sabores y productos que ambos países cambiaron, para siempre, el modo de comer de cuatro continentes (el quinto estaba casi vacío). 

Ambos hicieron la primera globalización. En Rui hay mucho pueblo portugués, pero hay también especias y hierbas de Asia (de la India a Tailandia y Singapur), picantes y condimentos americanos y africanos (de México a Mozambique), frutas y ahumados del norte de Europa, toda la riqueza de ese microcosmos luso español del Algarve y el Alentejo, Andalucía y Extremadura, y mucho más. 

Parece el Aleph de Borges que en un pequeño punto albergaba el mundo entero. 

55 segundos de ascensor panorámico separan la tierra de su cielo de mar y sabores. 

Envueltos en impresionantes vistas, empezamos con una bloody oyster que es como una fresca ensalada de algas, acompañada de un sorbete de Bloody Mary y otro sin alcohol con algo de tónica, que se bebe. 

La ostra era frescura para prepararnos ya para sabores y colores de crustáceos. Una sopa tai perfumada con citronella  prepara para una crujiente tartaleta de bogavante con potente harissa y un esférico de tomate que endulza y refresca. El impresionante y multisabor buey de mar se envuelve en gelatina de cítricos y se llena de sabor con sisho y merengue de dashi

Después de Asia marroquinizada, llega México con una serviola ahumada y curada que es una flor de rábano y pepino en excelente contraste. Pero lo mejor, una picante y perfecta salsa de jalapeños aligerados con agua de pepino. 

El atún es un juego de aromas y texturas: en una bola, entre esfera y gelatina, con sopa y tuétano del atún, más salinidad de caviar y la alegría del wasabi fresco. Un crujiente corte de tartar de atún y caviar y una barbacoa de atún en crudo (coge los aromas pero no se cocina). 

Mezclar dulces de gamba y erizo con dulzor de cebolla parece obvio, pero hay que pensarlo. Y es gran idea: cebolla crujiente con erizo y caviar, tartar de gambas y erizo con emulsión de cebolla. Y entre bocado y bocado, caldo de cebolla caramelizada. Un plato asombroso, delicado y de equilibrio perfecto. 

Carabinero con sorpresas es uno que lleva palomitas de arroz, ajo negro y limón caviar en cada pedazo. Para unificar una gran salsa: curry. Un sabor que continúa en la cabeza, como mousse mezclado con los interiores. Hay una cabeza africana que esconde un gran pan al vapor para mojar. 

Un gran rodaballo se mezcla con hinojo en variadas formas (a la brasa, en ensalada y con yuzu) y una elegante salsa de mantequilla. Grandes sabores vegetales que potencian el del pescado.

Todos los aromas envuelven al pulpo, tierno, crujiente. Los de un jugo cítrico con cominos, cilantro y manzana dentro de un panipuri. Y en un bello plato, que da pena estropear, una especie de lienzo, formado por flores frescas y una sabrosa salsa verde de raita y otra naranja de masala. Y por si fuera poco, para mojar, la delicia de un brioche relleno de cilantro y ajo. Un plato, varios, en realidad, que son un compendio de la cocina de Rui: aromas, sabores, colores y un gran producto principal casi intocado. 

Solo un plato de carne, pero magnífico, un sabroso cordero, que parece entrecote. Una salsa maravillosa de alcachofas estofadas con ras al hanout y el frescor amargo de estas en delicioso pastel. También para esta salsa, algo excepcional, un perfecto brioche de mantequilla, que da gusto verlo, porque es brillante, tierno y digno de la mejor pastelería de París

Me encanta que usen el primer postre algo tan delicioso y poco habitual en el sur de Europa como el ruibarbo. Lo mezcla con una delicada gelatina de cítricos y los toques amargos, ácidos y picantes de la naranja, el pomelo y el jengibre. Un postre muy refrescante, perfecto tras todo lo anterior. 

Arándanos y chocolate es una gran combinación, pero aún mejor es la del cacao con la vainilla o con avellanas o haba tonka. Y todo eso está en el precioso plato de chocolate que también da pena comer. Al menos, hay que mirarlo un poco antes de devorarlo.

A la manera de Alain Ducasse, acaba con una mezcla de pequeños dulces con fruta fresca que, como el allegro fínale en una sinfonía, pone un broche brillante a ese menú refinado y viajero, que desde el principio nos hace soñar. 

Las vistas son asombrosas el servicio muy preciso y los vinos de un auténtico sabio del mundo líquido. Desde el maravilloso Champange les Comtes, impresionantemente, aromático y potente, hasta un majestuoso Oporto de 50 años, pasando por un escaso y gran tinto de 2015, Quinta de Monte D’Oiro

Estando a tan gran altura, y más cerca de las estrellas del que el resto de restaurantes que conozco, no le debería faltar mucho para tener dos.

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Lakasa

No es una novedad que Lakasa es uno de mis restaurantes preferidos, para mí el mejor en su género de casa de comidas refinada, llena de platos exquisitos, que siempre tienen algún toque tan sencillo como inesperado, que lo eleva a lo que está fuera de lo corriente, incluso en sitios en los que se comen muy bien.

Soy cliente desde hace muchos años y hasta empecé con él una serie bloguera llamada “más bistrós y menos tascas”, cuando Instagram aún estaba en pañales. En todos estos años, no solo se ha mantenido con una espléndida frescura, sino que ha sido capaz de mejorar. Y es que César Martín es un cocinero esforzado, elegante y muy bien preparado. Y donde él no llega, lo hace el encanto franco español de su mujer, que llena el restaurante de detalles refinados, más de allí que de aquí, como la estupenda tabla de quesos que cambia cada mes y de los que se proveen en Antony, uno de los mejores afinadores de Francia.

Hay que empezar por esos dorados, crujientes y delicados buñuelos de Idiazabal, que se cubren de puntillas.

Como lo que importan son los detalles, unas simples y espléndidas piparras fritas, endulzan su toque picante con miel y un poquito de pimentón.

El pulpo está lleno de sabores frescos, desde un potente cilantro al más delicado aguacate, pasando por el tomate y la lima.

La menestra de verduras de Madrid es una de las mejores que se pueden comer y es de tan buena calidad que hasta informan de su procedencia, Sapiens. Con la cocción que corresponde a cada una, se anima con un poco de mantequilla ahumada.

Convertir una corvina en corvinita pibil es una gran idea y la estupenda salsa mexicana es perfecta para el pescado. También tiene el dulzor de los frijoles refritos y una deliciosa berenjena.

Felizmente han recuperado los viernes y sábados el antiguo y esplendoroso solomillo Wellington, que ahora, cosa del las temperaturas, no sirven en carrito, sino ya en el plato. Aún así es el único que se puede tomar en Madrid, junto al del Ritz, que no es una pequeña, sino una estupenda pieza grande, con un punto perfecto y un hojaldre delicioso.

Ya lo he dicho antes, no se pierdan los quesos, pero tampoco la estupenda tarta al whisky, que no es helada, como aquellas antiguas e industriales, sino tierna, delicada, llena de sabor y con un cierto perfume a whisky que realza la perfecta costra de caramelo .

Buen servicio, amabilidad a raudales, buenos vinos, medias raciones y precios contenidos. ¿Qué más se puede pedir?

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